jueves, 2 de abril de 2009

ANA MARÍA GONZÁLEZ

¿Qué es Matrix?
Una lectura filosófica


Desde que Julio Verne se adelantara a la historia con sus novelas de ciencia ficción, el género ha gozado de buena salud e incluso de cierto prestigio, aunque nunca le hayan faltado detractores, que no consienten referirse a este tipo de literatura o de cine sin algún tono de desprecio. A veces es este tono despreciativo lo que se oculta tras la denominación de “subgénero”. Con todo, entiendo que esta denominación no tiene por qué resultar peyorativa. Que la ciencia ficción es literalmente un subgénero de la ficción es algo evidente.
Si en general lo propio de la ficción es introducirnos en mundos posibles, recreando modos de acción verosímiles y, en esa medida, activando nuestra imaginación ética, la ciencia ficción hace esto mismo tomando como punto de partida de sus mundos posibles las oportunidades de acción que, de modo verosímil, se podrían seguir del avance de la ciencia y de la técnica. Si acaso, la debilidad mayor de este género reside en que su vigencia es limitada: los argumentos que pivotan sobre las posibilidades técnicas corren el riesgo de quedarse obsoletos, tan pronto como la ficción es superada por la realidad. Si resisten el paso del tiempo es por otras razones: por las mismas razones que puede resultar verosímil una acción situada en el siglo II: porque tocan un tema humano.
De otra parte, y por razón del tema, es lógico que el género de la ciencia ficción se encuentre especialmente cómodo en el medio audiovisual, pues éste es el medio tecnológico por excelencia. Sin duda esto conlleva otro riesgo, bien conocido: cuando la eficacia del relato depende en exceso los efectos especiales, no pasa mucho tiempo antes de que éste pierda interés.
Los dos inconvenientes se evitan, en mi opinión, en la película Matrix. Por un lado se trata de una película en la que se abordan temas de fondo. Por otra, la estructura del relato reproduce el esquema clásico de las historias de héroes. Como no me dedico profesionalmente al análisis de guiones, evitaré entrar en este último aspecto. En cambio, sí quisiera poner de relieve dos de los temas de fondo que, a mi juicio, se plantean en la película, al hilo de muchos comentarios y muchos planteamientos.
Antes que nada quisiera apuntar que, en mi opinión, para detectar los temas de fondo que se plantean en esta película se requiere, al menos, de las mismas destrezas intelectuales necesarias para captar los temas de fondo de algún diálogo de Platón. Quien carezca de esas destrezas intelectuales probablemente no pasará de la historia, y, en el peor de los casos, de los efectos especiales. En este último caso, lo accidental le distraería lamentablemente de lo esencial. Que el modo en que está realizada la película facilite esa distracción o que, por el contrario, contribuya a centrar la atención en los temas de fondo, es un asunto en el que prefiero no entrar, porque no soy competente. Desde luego, si este fuera el caso, la realización se hallaría en contradicción con la insistencia de los guionistas en unas cuantas ideas, en el curso de los diálogos. En lo que sigue, de cualquier forma, me ceñiré a un par de cuestiones que me parecen centrales en la película, aun sabiendo que se quedan otras en el tintero.
1. Los dos relatos de Matrix o qué hace comprensible una historia
Dicho esto, me parece que un buen modo de entrar en materia, atento también con aquellos que no hayan visto la película es presentar brevemente la historia. Sin embargo, ya en este punto se nos plantea el primer problema: el orden con que los hechos van compareciendo ante los ojos del espectador no es el orden que hace comprensible la historia. De eso nos damos cuenta más tarde. Podríamos decir que nosotros accedemos a la “verdadera historia” cuando uno de los personajes de la película, llamado Morfeo, nos hace el relato de los acontecimientos, siguiendo un orden cronológico, pero no sólo cronológico. De esto nos volvemos a dar cuenta más tarde, cuando escuchamos un relato de los mismos hechos, también cronológico, pero de una naturaleza bien diversa: me refiero al relato del agente Smith. Comparemos los dos relatos.

a) El relato de Morfeo
A finales del siglo XX, el género humano estaba entusiasmado por haber dado lugar a la IA, la inteligencia artificial. Sin embargo, no pasó mucho tiempo hasta que las máquinas se rebelaron contra el hombre, y le plantaron batalla. La guerra fue dura, y llegó un momento en que los hombres pensaron que el único modo de acabar con las máquinas era destruir el sol, pues se creía que el sol era la principal fuente de energía de éstas. Resultó una equivocación. No sólo porque desde entonces el mundo quedó a oscuras, sino también porque las máquinas descubrieron que la mayor fuente de energía no era el sol, sino el cuerpo humano. Desde entonces existen campos inmensos en los que los seres humanos, conectados a máquinas, generan energía para ellas: los hombres reducidos a pilas. La no rebelión de los humanos está garantizada por Matrix.
¿Qué es Matrix? Según las propias palabras de Morfeo, “un sistema interativo neural”, ideado para mantener a los hombres prisioneros en aquellos campos de energía. Mientras en el mundo real, cada ser humano no es otra cosa que una pila, su cerebro es estimulado permanentemente por señales eléctricas que representan en su interior todo un mundo virtual: un mundo virtual que se alimenta de imágenes y sensaciones de lo que había sido la civilización humana a fines del siglo XX. Matrix es, precisamente, el sistema que coordina los mundos virtuales de cada prisionero, creando la ilusión de un mundo común. Pero el mundo real es muy distinto: en él, la mayoría de los hombres han quedado reducidos a pilas. Sólo unos pocos, aquellos que pudieron escapar del dominio de las máquinas, siguen naciendo libres: son los habitantes de Sión, una ciudad cerca del núcleo de la tierra que constituye el último de los bastiones rebeldes. Otros humanos, nacidos en Matrix fueron, sin embargo, liberados por un hombre que, antes de morir, profetizó su “retorno” bajo la figura del “Elegido”. Unos y otros “liberados” conforman la “resistencia”. Morfeo es el capitán de uno de estos equipos, cuya misión es introducirse en el mundo virtual de Matrix rastreando las huellas del “Elegido”.
Introducirse en Matrix es como introducirse en un programa de ordenador. Morfeo y los suyos pueden hacerlo porque, como antiguos prisioneros, conservan aún detrás de la cabeza la entrada mediante la cual se conectan a las máquinas. Ciertamente, el modo en que estos liberados se introducen en Matrix supone burlar las entradas “oficiales”. Las puertas de acceso son teléfonos, que, ubicados en distintos puntos del mundo virtual, se hacen sonar desde el mundo real. Dentro de Matrix, la identidad de Morfeo es la de un pirata informático, que sabotea el sistema desde dentro. Es así como Morfeo llega a dar con Neo, el Elegido. Neo es el “alias” informático del señor Anderson, un individuo que, en el mundo virtual de Matrix, trabaja como programador en una gran empresa de Software, pero que, a la vez, desarrolla una vida paralela, como pirata informático. Por esta circunstancia será perseguido por los agentes.
Los agentes son, según la definición de Morfeo, “programas capaces de sentir” introducidos en Matrix para evitar cualquier infiltración de los rebeldes. Poseen la capacidad de “regenerarse” en la piel de cualquier individuo -la representación de cualquier individuo- de Matrix (no hay que olvidar que Matrix no es un mundo real: nos movemos entre representaciones, por muy vivas que parezcan). Eso les hace desde cierto punto de vista invulnerables. Los agentes andan tras la pista de Morfeo. Sospechan que es él el saboteador del sistema, y, sobre todo, que posee los planos de Sión.
Morfeo y los agentes entran en contacto con Neo casi simultáneamente. Después de ciertas experiencias desagradables, marcadas por la confusión de los estados de sueño y vigilia, Neo llega a conocer a Morfeo, quien le ofrece la posibilidad de conocer lo que es Matrix. Esta posibilidad se le presenta como una alternativa, entre seguir como hasta el momento -en la ignorancia- o, por el contrario, conocer la verdad, una verdad que, evidentemente, es difícil de aceptar.
Neo elige la verdad, e inmediatamente a continuación el equipo de Morfeo procede a liberar su mente: rastrean su lugar en los campos de energía en busca de su cuerpo, para desconectarlo de las máquinas. Durante este proceso, él cree estar soñando. Finalmente duerme, y cuando despierta se descubre a sí mismo en la nave de Morfeo, quien le ilustra sobre la realidad más inmediata: no se encuentran realmente en 1999 sino en algún momento del 2199; le cuenta entonces la historia que hemos reproducido aquí: a finales del siglo XX la humanidad estaba entusiasmada con el descubrimiento de la IA... El descubrimiento de la verdad es traumático, pero Neo acepta bien la nueva situación, y comienza su instrucción: sabe por Morfeo que él es el Elegido para liberar a los humanos de su esclavitud a las máquinas, y se dispone a aprender cómo debe moverse en el mundo virtual: ante todo, alimentando la convicción de que tal mundo es virtual, no real. A lo largo de la película se advierte que el fortalecimiento de esa convicción es lo que le puede dotar de fuerza para dominar en Matrix, lo que puede incluso, hacerle victorioso en un enfrentamiento con los agentes, lo que hace del señor Anderson el Elegido.

b) El relato del agente Smith
Los agentes son todos muy parecidos, pero hay uno que es destacado entre ellos, el agente Smith. El propio nombre “Smith” da a entender que es uno entre otros. Nada le distingue especialmente de los demás. Realmente los agentes no son, como se ha dicho, más que “programas capaces de sentir”. Programas, eso sí, adiestrados para la lucha: rápidos, fulminantes, preparados para destruir. Entre ellos el agente Smith es el programado para llevar el mando. En un momento determinado hace prisionero a Morfeo, e intenta sonsacarle los planos de Sión. Entre tanto refiere su peculiar visión de los hechos: “el otro día estaba intentando clasificar su especie... y descubrí que ustedes no son mamíferos”. Según explica, lo propio de los mamíferos es habitar un espacio concreto. Sin embargo, los humanos se reproducen sin fin, y enseguida se ven en la necesidad de expandirse de unas zonas a otras del planeta... este patrón de conducta, dice el agente Smith, no es propio de los mamíferos, pero existe otra especie en el planeta que sigue un patrón semejante: los virus. Considera el agente Smith que los seres humanos son virus, y deben ser eliminados.
Pero es con otra de sus intervenciones, con la que nos da la clave de su visión de los hechos: evolución. Al igual que los dinosaurios se extinguieron en su momento por su incapacidad de adaptación a una nueva situación, y por la aparición de otras especies más poderosas, así también el género humano está llamado a extinguirse una vez que ha aparecido la IA. Según se infiere de las palabras del agente Smith, el dominio de las máquinas sobre los hombres no es otra cosa que un paso más en el proceso evolutivo. Ya ha pasado el tiempo en que los hombres han ejercido el dominio sobre el cosmos. Ahora, los hombres han dado lugar a una especie más poderosa, que ha construido una civilización diferente.
Hay, sin embargo, algo que nos deja perplejos en la intervención del agente Smith. Se desvela en el momento en que, con rostro más bien ansioso, se enfrenta a Morfeo pidiéndole que diga cuáles son los planos de Sión, porque -dice- “quiero salir de aquí”; quiere salir de Matrix. No soporta estar en Matrix, no soporta, en particular, el olor de los humanos. El agente Smith no tiene otros motivos para querer salir de Matrix. Pero, más allá de ese motivo -individualmente comprensible- hay algo que permanece oscuro en todo su relato: el verdadero motivo de la batalla: ¿por qué quieren las máquinas vencer y dominar? Es aquí donde se ponen de relieve las profundas diferencias entre el relato de Morfeo y el del Agente.

c) Comparación de los dos relatos
El relato de Morfeo está presidido por un sentido. El del agente Smith está presidido por la fuerza. El relato de Morfeo es el relato de una lucha por la liberación de los humanos; el relato del agente Smith es el relato de un proceso mecánico en el que la meta permanece oculta, porque se confunde con el resultado de aquel proceso. En el relato de Morfeo desempeñan un papel primordial la verdad y la libertad; en el mundo de Matrix, lo relevante es la apariencia y el control del destino de los hombres por parte de la técnica.
Son dos cosmovisiones las que aparecen contrapuestas en los relatos de Morfeo y el agente Smith. En último término, un modo de pensar teleológico, en el que el recurso a los fines o causas finales es inexcusable si se ha de dar cuenta de la realidad en términos comprensibles, y un modo de pensar mecanicista en el que todo procura explicarse valiéndose únicamente de causas materiales y eficientes. Esto es lo propio del relato evolucionista. No hay un para qué del dominio: sin más hay dominio, como resultado de la acción de una fuerza más poderosa.
La controversia es vieja, pero no es, ni mucho menos, una pura controversia de escuela. Afirmar que no hay finalidad, que todo lo que ocurre es resultado de la interacción de fuerzas mecánicas, más o menos casual, equivale a decir que la verdad de nuestro propio discurso tampoco debería tomarse en serio, pues tampoco ella sería, en el fondo, otra cosa que un instrumento al servicio de intereses mecánicos, en última instancia irracionales. En esas condiciones el hombre no sería realmente sino un lugar de tránsito dentro del proceso general de causas mecánicas. En absoluto algo irreductible -incomunicable, decían los medievales- como la persona. Esto queda bien reflejado en la película: los agentes se “regeneran” en los cuerpos de cualesquiera individuos (o, mejor, sus representaciones): la individualidad (su representación, en este caso), no es más que un paso más en el proceso mecánico por el cual se intentan imponer las máquinas.
Como se ve, son muchos los temas apuntados en este guión futurista. Aquí sólo quisiera dejar planteado el tema central: ¿cabe verdaderamente sustituir el relato teleológico por un relato evolucionista, mecanicista en última instancia? ¿Se puede interpretar lo humano en clave naturalista? Desde luego, lo que hace humanamente comprensible el relato, lo que, por ejemplo, nos permite comprender la película, es el modo de pensar teleológico. Así, incluso las máquinas parecen tener intenciones (aunque no sean otras que las de sus primitivos programadores, que no fueron otros que los humanos). Pero atribuir intenciones a una máquina no deja de ser un antropomorfismo: una indebida trasposición de categorías humanas a lo que no es humano. Por eso podría pensarse en ello como en una compleja estrategia evolucionista. Desde esta perspectiva, el mismo pensar teleológico sería una estrategia para salir victoriosos durante un tiempo en la batalla por la supervivencia. Sin embargo, habría llegado el momento en que esa estrategia quedaría obsoleta: precisamente cuando las máquinas han tomado el control.
La teleología, sin embargo, no es un antropomorfismo en este sentido. Lo que el pensamiento teleológico afirma, por el contrario, es que la realidad no es, en última instancia, un único proceso orientado a una meta biológica -el dominio del más fuerte-, sino una pluralidad de seres que, en el curso de su vida, manifiestan de modos muy diversos qué es lo que los hace más inteligibles. Ahora bien: lo que hace más inteligible a la realidad en general es su compatibilidad real con la aspiración humana a la verdad y a la libertad. Por eso la realidad es teleológica de un modo que resulta permeable a nuestras intenciones. Teleología no es -al menos en su sentido clásico- idéntico a determinismo. Determinista es el mundo mecánico de Matrix. Pero el mundo real no está determinado mecánicamente como las representaciones de Matrix. Lejos de esto, se encuentra abierto a las acciones libres de los hombres. Por eso Neo sale victorioso: porque es creativo y libre: desconcierta a los agentes, pues la fuerza de estos “procede únicamente de un mundo basado en reglas”.

2. Representación y trascendencia. En la película y más allá de la película.

Como ya se ha dicho, Matrix es, en las palabras de Morfeo, una “simulación interactiva neural”. Este término técnico admite una traducción epistemológica y antropológica. Matrix es un mundo de apariencias; es la reproducción perfecta del mundo sensible; es una cárcel para la mente, es el sueño del hombre entendido como “animal de realidades”, según la expresión de Zubiri. Es la caverna de Platón, llena, eso sí, de imágenes vívidas. Es una versión digital del “mundo como voluntad y representación” de Schopenhauer.
Se puede hacer de esto una lectura filosófica: suponiendo que el mundo que vemos es Matrix, y admitido que Matrix es, como se dice en la película, “el mundo que ha sido puesto ante tus ojos para ocultarte la verdad”, ¿es posible salir de Matrix? Esto es tanto como preguntarse: ¿es posible salir de la caverna al mundo real? o bien, ¿podemos trascender nuestras propias representaciones? Sobre esta cuestión, tan característica de la filosofía moderna, la propia película nos da una pista. Dentro de Matrix resulta difícil, pero no imposible plantearse si hay algo más allá. Dentro de Matrix este “más allá” se encuentra reflejado en el personaje del oráculo, cuya misión es orientar a los que, como Morfeo y su gente, persiguen realizar la suya. No se piense que se trata de un ser extraño: lejos de esto, el oráculo aparece bajo la forma de una señora mayor, sonriente y apacible, que conversa con Neo mientras hace unas galletas en el horno. Es en medio de esa conversación como da a Neo una serie de indicaciones puntuales acerca de su misión, que no dejan de estar envueltas en cierto misterio.
En efecto: aunque en la película el oráculo parece depositario de un conocimiento superior, las indicaciones que ofrece tienen la particularidad de que no anulan la libertad del que las recibe: no son, en modo alguno, instrucciones exhaustivas, sino tan sólo indicaciones puntuales cuyo significado preciso no termina de conocerse hasta que llega el momento de actuar. Y aún entonces sólo las reconoce el que las tiene que reconocer: no los demás. El guionista es insistente en este punto. El oráculo dice a cada cual lo que él necesita oír para andar el camino: ni más ni menos. Morfeo lleva a cabo su tarea fiado de las palabras del oráculo, “encontrarás al Elegido”, y poco importa que el señor Anderson, “el Elegido”, no se reconozca como tal. Tras escuchar al oráculo que “tendrás que elegir entre la vida de Morfeo y la tuya”, Neo reconoce “su momento” en unas circunstancias bien distintas de las que imagina el espectador que ha escuchado el oráculo “desde fuera”. Asimismo, cuando menos lo sospecha el espectador, Trinity reconoce su momento, e imprime un vuelco a la historia. En todo caso, los protagonistas reconocen “su momento” en el curso de la acción, no antes. El oráculo no ha anulado su libertad. No les ha resuelto el destino. En ello queda claro que consultar al oráculo nada tiene que ver con programar un ordenador, y seguirlo no es comparable al seguimiento de unas instrucciones.
Sólo los humanos tienen la posibilidad de consultar al oráculo y seguirlo de esa manera peculiar. Pero no todos: en la película sólo acceden al oráculo los que previamente han liberado su mente: los que ya han salido de Matrix alguna vez. Las mentes no liberadas, las mentes de aquellos que siguen “conectados a Matrix” no están capacitadas para escuchar al oráculo, pues siguen encadenadas a las representaciones del sistema: por eso pueden convertirse en instrumentos de los agentes, de las máquinas. La trascendencia de las propias representaciones -y, en consecuencia, la posibilidad de acceder al oráculo- requiere de un paso previo, en apariencia muy sencillo. Es el paso que da Neo cuando, en los primeros compases de la película, desvela ante Trinity cuál es el objeto de sus preocupaciones: “¿qué es Matrix?”.
Y es que plantear la pregunta por el ser ya es, de alguna manera, trascender las apariencias, trascender la representación. ¿Qué es lo real? A esta pregunta no se puede responder en términos cualitativos. Si hay algo que queda claro en la película es precisamente esto: lo real no se puede confundir con lo que tocamos, sentimos, vemos, olemos... Todo eso -todo lo referente a los sentidos- está garantizado en Matrix, porque todo ello puede ser suscitado mediante los convenientes estímulos neuronales: podemos tener la sensación de comer un bistec suculento y jugoso, sin estar realmente comiéndolo. Sólo la pregunta por lo real se sustrae a ese tipo de manipulación cerebral, precisamente porque es una pregunta estrechamente vinculada al sentido, a la finalidad. Y, en efecto, desde un punto de vista existencial formular la pregunta -“¿qué es Matrix?- equivale a disponerse para la búsqueda. Siempre ha sido así: la pregunta por el ser, la pregunta por la realidad, la pregunta por la verdad es el principio de una manera de existir diferente, aun en el seno mismo de Matrix. Se puede vivir en Matrix sumido en las representaciones, o se puede vivir -como Morfeo, y de otro modo como Neo antes de ser liberado-, “rastreando Matrix” en busca de la verdad. Esto es lo que hacen Morfeo o Neo.
Ciertamente, también se puede vivir en la realidad y querer volver a Matrix. Es lo que le ocurre a Cifra, un miembro de la tripulación de Morfeo, que se encuentra asqueado a causa de la dureza de la batalla, y que, en un momento determinado, entrega a Morfeo a cambio de volver a ser reinsertado en Matrix. La escena es muy clarificadora: sentado frente al agente Smith, Cifra reconoce que el jugoso filete que está comiendo no es real, pero, aun con todo prefiere el sabor del filete virtual a la comida nutritiva pero insípida que come en la nave de Morfeo. El filete virtual resulta tentador incluso para Cifra, que conoce la verdad, que sabe que, en realidad, los prisioneros de Matrix no comen jamás tal filete. La verdad es muy distinta: como sabemos a través del relato de Morfeo, el modo de mantener vivos a los humanos conectados a Matrix es inyectarles por vía intravenosa la materia orgánica resultante de licuar a los muertos.
Por eso Cifra pide ser reinsertado en Matrix con la condición de “olvidarlo todo”. “Todo” es, fundamentalmente, olvidar que una vez había sido liberado y había conocido la verdad de Matrix. El agente Smith se lo promete. No puede hacer otra cosa, pues es una máquina preparada para usar los medios que se pongan a su alcance, con tal de lograr su objetivo. Sin embargo es dudoso que el agente Smith, o cualquiera, pueda garantizar tal cosa. Cifra considera que “la ignorancia es la felicidad”, pero la suya no es una ignorancia cualquiera, sino una ignorancia forzada: es la ignorancia del que una vez salió de la caverna y tras haber visto la luz, prefiere retornar a la caverna en las mismas circunstancias del principio. Ahora bien: ¿serían verdaderamente las mismas circunstancias? Aunque, la pregunta, en este caso, requiere otra formulación: ¿pueden las máquinas hacer olvidar la antigua visión de lo real, cuando no están siquiera en condiciones de simularla?

3. La vida fuera de Matrix.
El episodio de Cifra es, de cualquier forma, ilustrativo: la vida fuera de Matrix es dura. Hay algo que no admite una comparación exacta con la alegoría de la caverna: a diferencia de lo que ocurre en la alegoría de Platón, en la película Matrix el mundo real se nos presenta oscuro, menos luminoso que el mundo ficticio o virtual. No hay que olvidar que la realidad ha quedado desierta y oscura, después de que los hombres hubieran destruido al sol. Lo real no ofrece ahora atractivo alguno para los hombres. Por otro lado, la tripulación de Morfeo se encuentra en guerra. A las duras condiciones de la realidad -que contrastan tan nítidamente con el mundo virtual y multicolor de Matrix- se añaden así otra serie de privaciones. Es cierto que entre ellos se habla de Sión, como de un último reducto humano. Sión es mencionado con esperanza, pero también como un lugar que debe ser protegido: los agentes buscan los planos de Sión para destruirlo.
Esta visión de las cosas, podría pensarse, parece pesimista. Las palabras con las que Morfeo presenta el mundo real a un asombrado Neo son esclarecedoras: “bienvenido al desierto de lo real”. Ahora bien: la realidad ha quedado desolada en parte a causa de los hombres, que en un inicio se dejaron seducir por el pensamiento de una vida sin dolor, y prefirieron vivir un mundo virtual, aun a costa de alejarse de la realidad. Eso, que en un principio era tan sólo una preferencia humana, se tornó real después del enfrentamiento con las máquinas, cuando tras la destrucción del sol, lo real quedó efectivamente reducido a un desierto tenebroso. Y en esas condiciones, ¿cómo no preferir el mundo virtual de Matrix? Éste ofrece al menos algún aliciente sensible. En cambio todo lo que Morfeo promete ofrecerle a Neo no es más que la verdad. Y esta resulta ser dura, traumática incluso, al menos en un primer momento.
La alternativa que se nos propone no deja escapatoria, porque el contraste es muy radical: lo que se le ofrece a Neo es una verdad desnuda, sin apenas aderezos sensibles: demasiado espiritualista, y acaso por ello poco hecha, al menos de entrada, a la medida del hombre. Existe una alusión a esto en la película: en una escena en la que la tripulación se encuentra reunida en el momento del almuerzo -bastante poco apetitoso- Ratón, otro miembro de la tripulación, nos ofrece una definición de lo que nos hace humanos: nuestras inclinaciones. Por el contexto, parece que se refiere principalmente a inclinaciones sensibles (el sabor del trigo rico, la belleza de la mujer de rojo). En este sentido, de su intervención se desprende que tales inclinaciones no encuentran satisfacción cumplida en el empobrecido mundo real de la nave de Morfeo. Y con todo, los miembros de su equipo lo aceptan sin especiales problemas: la perspectiva de liberar Matrix absorbe sus energías. Sólo Cifra se rebela. La conducta del equipo de Morfeo -a excepción de Cifra- sólo se explica si entendemos el que me parece ser el mensaje de la película: aunque la seducción de las apariencias es un riesgo permanente, al que muchos sucumben, en el hombre siempre anida la tendencia a la verdad. Y es precisamente el secundar esta tendencia lo que libera, y lo que “satisface” en mayor medida, incluso contra toda apariencia, contra toda otra inclinación. En este punto es Trinity la que ofrece la clave de la historia, cuando provocada por Cifra, en una situación límite, apuesta por la verdad del relato de Morfeo.
En último término, Neo recibe su fuerza de conocer dónde está lo real, de conocer que Matrix es virtual. En esto ha aprendido la lección impartida por una de las jóvenes mentes liberadas de Matrix: un niño que, en la casa del oráculo, jugaba doblando una cuchara con el pensamiento. Al ver que Neo intentaba doblarla con las manos, el niño le dice: “No intentes doblar la cuchara. Es imposible. En lugar de eso intenta comprender la verdad. -¿qué verdad?- ¡que no hay cuchara!”. Es tanto como decir: reconoce que estás en un mundo virtual: que nada de lo que ves, tocas, sientes, existe en realidad. Reconoce que todo esto es virtual, un producto de la mente; reconoce, en cambio, dónde está la realidad.
Finalmente Neo recibe su fuerza al ver confirmada su identidad real por la revelación de Trinity: “el oráculo me dijo que me enamoraría: y que el hombre al que yo amase sería el Elegido”. Antes de esta revelación, el señor Anderson sabía que era Neo, pero no tenía nada claro que fuera “el Elegido”. El mismo oráculo no le había dado muchas esperanzas, tal vez porque el reconocimiento de la propia identidad sólo puede hacerse personalmente. Pero personalmente no significa de manera solipsista. El que Neo se reconozca finalmente como el Elegido depende de la revelación de Trinity. En ello, como digo, se apunta algo de gran interés: el reconocimiento de la propia identidad no es solipsista: no se realiza a solas con la propia subjetividad. De lo contrario estaría sometido a las mismas incertidumbres de los sueños. Son los otros los que nos sacan de los sueños, porque las experiencias de ellos son irreductibles a las nuestras. La alteridad es indicio de realidad.
Que esa realidad sea, en ocasiones, dura, no quiere decir que no sea más valiosa desde el punto de vista humano. De hecho la victoria de Neo sugiere que hay más riqueza en la realidad, por pobre que ésta parezca, que en el mundo virtual, por rico que se nos presente. Bien es cierto que el nombre de Morfeo, tomado del dios de los sueños, no deja de ser inquietante. Como no deja de serlo el que todo se nos presente en una película. Finalmente, la pregunta se nos lanza a nosotros: ¿nos encontramos simplemente ante relatos diversos o no habrá, por el contrario, algo más que relatos? Pienso que en la película se nos dan las clave para responder, siempre que consideremos que preguntar “qué es Matrix” es algo diverso de preguntar por la película.
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Ana Marta González, es autora de libros como "Un estudio desde Robert Spaemann", 1996, Eunsa, Pamplona, 242 pág. "Moral, razón y naturaleza. Una investigación sobre Santo Tomás", 1998, Eunsa, 496 pág. "Expertos en sobrevivir. Ensayos ético-políticos", 1999, Eunsa, Pamplona, 155 pág., etc.

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